Èÿù, la otra cara de Olódùmarè tomo V



Èÿù y su transculturación en Brasil. Esu, Exu, Elegbara, Eleguá, Legba o Bara son los nombres que recibe Èÿù en Brasil. Es un Òrìsà difícil de definir, poseedor de un carácter ambiguo: Le gusta agitar las disensiones y disputas para causar accidentes y calamidades públicas y privadas. Es ingenioso, ameno, vanidoso, una deidad que se viste de diversos roles sociales. Semeja una máscara que utiliza para tratar con el mundo exterior. Protege tanto al individuo como puede llegar a ser patológico. De hecho, el individuo que se identifica con él hace caso omiso de la parte real de su personalidad. 

Èÿù es tanto luz como sombra, hasta el punto que los primeros misioneros, asustados por estas características, lo compararon con el Diablo, convirtiéndolo en el símbolo del mal, lo abyecto, el odio en oposición a la bondad, la pureza, la elevación y el amor de Dios (Verger, 1981). Pero a diferencia de la forma en que los misioneros cristianos entendieron a Èÿù, para los africanos es una entidad que debe ser tratada con consideración, ya que tiene un lado bueno. Es dinámico y juvenil, un protector de la sociedad. Incluso hay gente en África que con orgullo usan como nombres propios Èÿùbíyù (diseñado por Èÿù) o Èÿùtósìn (Eshu merece ser adorado). Bastide evidenciando el carácter benigno de esta entidad en el candomblé brasileño lo considera el embajador de los mortales, el siervo de deidades, intermediario entre el hombre y las divinidades. Y, además, agrega que Èÿù: No es sólo el mensajero, es también el intérprete del lenguaje de los santos, que no es igual al de los hombres y, por lo tanto, necesitan de alguien que traduzca la oraciones a los humanos y las palabras del consejo divino a un lenguaje apropiado (Bastide, 1958). Bastide señala el intento de los afrodecendientes en Brasil en descubrir el equivalente Católico de Èÿù, que pone de manifiesto la imposibilidad de ver a Èÿù sólo en su aspecto demoníaco.

 Otra huella africana de Èÿù, que parece haberse diluido en Brasil, es su carácter fálico. En su hégira de África a Brasil pierde su gran falo erecto, tan común en las representaciones africanas. En el Candomblé Nago Eshu está representado como una deidad asexuada. En su introducción a Brasil, pierde su priapismo o lo oculta tanto como sea posible. Sin embargo, es curioso que Exu en Haití se haya convertido en el símbolo de la impotencia sexual (Bastide, 1960:349). En Brasil, se mantuvo la idea de Èÿù como una deidad que guía al Candomblé, el intermediario entre dos mundos, el mensajero de las oraciones de los hombres, previo ofrecimiento de sacrificios. También es una guía divina, ya que abre y cierra los caminos.

 A escondidas le gusta jugar, jugar malas pasadas, como un amigo molesto. Si se le da de comer primero, antes de cualquier otro Òrìsà, Èÿù se convierte en un amigo que ayuda a las personas. Sin embargo, Bastide apunta que a pesar de que estos rasgos permanecen en Brasil, otro aspecto de Èÿù se hizo más evidente, el de personaje siniestro. Esto ocurrió, según señala Bastide, a causa de la esclavitud. Èÿù fue empleado por los negros en su lucha contra los blancos, convirtiéndose en el patrón de la brujería. La divinidad africana juguetona pasó a ser la deidad cruel que mata, lo que demuestra su amistad y su carácter salvador hacia los negros. La personalidad de Èÿù dependerá intrínsecamente de la naturaleza de los grupos a los que pertenezca, siendo en los grupos bantús donde el elemento demoníaco permanecerá con más intensidad, sobre todo en la macumba de Carioca. Exu, en el Candomblé, tiene una base africana más intensa. Es un Òrìsà desobediente, que perturba las ceremonias; es el mensajero de los dioses, una fuerza movilizadora sin la que no se puede comenzar un trabajo. 

En la Umbanda, por el contrario, existen muchas entidades bajo el nombre de Èÿù, sólo que algunos la definen como Exu Pagano, la espiritualidad marginal sin luz y sin conocimiento de la evolución, que trabaja en la magia del mal. El Èÿù ya bautizado es consciente del bien, del correcto camino de la evolución. Por lo tanto, Èÿù se califica como una entidad ambivalente y puede llevar a cabo tanto el bien como el mal. Ortiz (1978:138) es consciente de que esta propiedad, que actúa como un elemento de unión, es un rastro africano de Èÿù (rey de las encrucijada y de las puertas), pero es en la Umbanda donde se reinterpreta según un nuevo punto de vista, el rito de pasaje. 

La «Umbanda rechazará al Exu Pagano al admitir en su adoración sólo entidades que hayan sido bautizadas, dicho en otras palabras, Èÿù debe recibir el sacramento del bautismo, sin el que no será aceptado por la «iglesia» Umbandista». Continúa el autor diciendo que la puerta y el cruce de caminos, que no pose en función de comunicación, adquieren el significado de promoción espiritual. Sin embargo, las investigaciones hechas por Liana Trindade (1981:31) sobre Exu, que quieren verificar la oposición dialéctica entre el nivel institucionalizado, la codificación y la sistematización doctrinal, y el nivel del instituyente, vivido y experimentado solamente por los individuos con respecto a lo sagrado, parecen haber llegado a otra conclusión: La dicotomía entre el bien y el mal, Umbanda y Quimbanda, establecida por los teóricos umbandistas conforme a los valores definidos por una cultura dominante, no es reconocida ni vivida, a un nivel instituyente, en la experiencia de los agentes sociales. 

Los adeptos de Exu, basados en el consenso de su fuerza mágica, lo conciben como demoníaco, pero añadiendo inmediatamente: «El diablo no es malo, son los hombres los que lo hacen malo». Esta forma de proposición es genérica entre nuestros informantes que explicaron los orígenes de Exu a través del mito bíblico. En todas las cincuenta entrevistas con los «caballos» de esta deidad, Exu sigue siendo el héroe mágico, ambiguo y tramposo. De esta manera, se preserva la concepción africana de la divinidad (Trindade, 1981:31). Observa Trindade que los teóricos de Umbanda identificar a Exu con el concepto cristiano del diablo, y que a pesar de que estos teóricos utilizan la misma estructura de la narración del mito bíblico, esta estructura se denomina de acuerdo con el enfoque ideológico del blanco, es decir, de acuerdo con el punto de vista conceptual que el blanco tiene de la cultura negra. La configuración diablo Exu-negro simboliza la magia del negro, las prácticas mágicas de los esclavos contra los amos. 

Estas imágenes están asociadas con el mito bíblico en el que el diablo es la figura del desafío al poder establecido. Cabe puntualizar que en la doctrina de los Òrìÿà no existen demonios, puesto que todo lo que creó Olódùmarè fue para equilibrar el destino de los hombres, y no para su destrucción. Èÿù fue el primer ser creado por Olódùmarè y nació del soplo divino de Ôlörun sobre una montaña de laterita. Le encomandaron la difícil tarea de inculcar la sinceridad en el género humano y para ello les pone a prueba sus creencias. Exu, como un demonio cristiano, corresponde a las perspectivas ideológicas de la doctrina ideada por ellos. Eshu es el mal en sí mismo, porque fue expulsado y desafió al poder celestial. 

Por ello, denota Trindade, esa noción maniquea del bien y el mal es empleada como modelo por las culturas dominantes. Esta concepción se aproxima al Exu africano, considerado como un héroe mágico, el principio dinámico del cambio. En este sentido, rompe los modelos conformistas del Universo introduciendo el desorden y la posibilidad de cambio. Para la autora, Exu concebido por los agentes sociales como una fuerza ya existente en los hombres, y al mismo tiempo, externa a ellos, es el principio de la dinámica social. 

Este significado africano de Exu, traspasado a un nuevo contexto social, introduce la noción de libertad y de acción posible mediante los sistemas estructurados, establece simbólicamente el cambio no realizado. Renato Ortiz (1978:33), hablando de la Quimbanda, dice que tiene como objetivo mantener las antiguas tradiciones de sus descendientes africanos, mientras que la Umbanda busca apartarse de la forma incivilizada de sus prácticas debido a la influencia del hombre blanco. Observa así, la oposición habitual entre lo tradicional y lo moderno y, por otro lado, el contraste entre la cultura blanca y la negra. De modo que, los Orixás de la Umbanda son entidades blancas, mientras que Exu es la única deidad que aún conserva vestigios de su pasado negro: Un primer significado de Exu puede inferirse así: es lo que queda del negro, del afrobrasileiro, de lo tradicional en la sociedad moderna brasileña. Eliminar el mal se reduce, por tanto, a despojarse de los viejos valores afro-brasileiros, para una mejor integración en la sociedad clases (Ortiz, 1978:33). 

Básicamente, Exu es uno de los Irunmale que vinieron de Ikole Orun para Ikole Aiye con el propósito de armonizar la vida de los seres humanos y puedan vivir en paz. Èÿù es un Òrisá de múltiplos y contradictorios aspectos. Gusta de provocar peleas, disputas, accidentes, calamidades públicas y personales. Èÿù es el Òrisá de los caminos y las encrucijadas, lugares apropiados para su función de mensajero entro los hombres y las divinidades. Es, también, el guardián de los templos, de las casas y de las ciudades. Guardián que habita entre el plano espiritual y el material, siendo el único Òrisá que se mueve libremente entre estos dos planos. 

Como guardián es el elemento de unión entre los diferentes planos del universo, tal como lo conciben los Yorùbás, puesto que Olòrún, cuando creó el mundo, estableció divisiones dentro del cosmos –el reino de la adivinación, el de los Òrisá, el de las plantas y el reino de los muertos. Osala es el encargado del mantenimiento del orden y Èÿù el elemento de adhesión entre los cuatro dominios. Ese es el motivo por el que cada Òrisá tiene a su servicio varios Èÿù. Èÿù, en resumidas cuentas, es el funcionario que se ocupa de la optimización de las relaciones entre el Cielo y la Tierra; el inspector que informa a Olódùmarè de las acciones de las divinidades y de los hombres, sobre todo en lo respectivo a los sacrificios. 

Partiendo de la idea Yorùbá de que Olódùmarè está demasiado ocupado para entretenerse en los asuntos personales de los seres humanos, fomenta la idea del mensajero divino con el que sí se puede tratar directamente, con el firme propósito de que nuestra petición será atendida por Olódùmarè. Èÿù es el que traduce el idioma de la naturaleza al de los seres humanos y viceversa. Es la divinidad del movimiento, de la acción, de la vida, puesto que nada acontece en la vida sin él.

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