Èÿù, la otra cara de Olódùmarè tomo II
Èÿù, la otra cara de Olódùmarè tomo II
A Èÿù se le atribuyen de la misma forma buenas y malas cualidades. Se le considera anto una deidad malévola como benefactora. Hay un proverbio Yorùbá que dice que hay un buen Èÿù y un mal Èÿù (Èÿù rere wa, Èÿù buburu wa).
Algunas de sus imágenes lo representan como una deidad masculina, otras como femenina. Ante esto, Farrow (1926) apostilla sobre las características femeninas de Èÿù:
Esto (el pelo peinado a la moda femenina) podría llevar a la suposición de que Èÿù está considerado como un personaje femenino, o de que es un demonio macho y hembra. La verdad es, sin embargo, que es considerado como el primer y único ser, y se le nombra siempre como ‘Él’, pero esto no le impide poseer ciertas características femeninas.
La palabra Yorùbá para el pronombre de tercera persona para todos los géneros es ‘O’ u ‘On’ (forma nasalizada). Por tanto, no hay nada en la forma del signo por el que se infiera una traducción de tercera persona del singular masculina, femenina o neutra.
El proverbio Yorùbá «Èÿù li otá Òrisá», ‘Èÿù es el enemigo del Òrisá’, da a entender la existencia de un antagonismo entre Èÿù y Òrisá. La concepción de Èÿù afecta de hecho a un dualismo en el que Èÿù, supremo poder del diablo, está en franca oposición a Òlorún, la deidad benefactora.
Èÿù es una divinidad ecuánime puesto que ejerce sus funciones sin favorecer a las demás divinidades. Es el encargado de hacer que se reciban las recompensas o castigos que devengan de las acciones realizadas. Consecuentemente, es temido por sus castigos, y ésta es la causa por la que se le identifica con el poder maligno.
La llegada del cristianismo, e incluso de islamismo, a tierras Yorùbá, planteó la necesidad de encontrar un equivalente al Diablo. Y fue en Èÿù donde hallaron el conveniente chivo expiatorio, puesto que como siempre obliga a todos a hacer lo correcto, le convirtió en el más impopular de todos los seres.
Debido a su sentido ambivalente, se le adjudica cierto grado de maldad. Le corresponde la función de vigilar y supervisar los mandatos de Õrúnmìlà, ya que, en caso contrario, hará que no logremos lo solicitado. Èÿù representa los azares del destino y juega con la andadura que debe transitar el hombre. De la correcta ejecución de los mandatos de Ifá dependerá que el camino a seguir en la vida sea fácil o, por el contrario, será el encargado de castigar nuestra mala cabeza. Debido a esto es por lo que la tradición afrocubana representa a esta deidad como un niño, ya que son iguales de impredecibles y caprichosos y, por ende, consentidos.
Los Yorùbás sostienen que originariamente Èÿù no era intrínsecamente malo, sino que fue su orgullo y su desobediencia lo que le convirtió en un ser que destructor de todo lo bueno. Por este motivo se le ha ubicado lo más lejos posible de Olódùmarè debido a su antagonismo con el bien. Su naturaleza malvada oculta su bondad.
Pese a todo lo dicho, todos, absolutamente todos, incluso el propio Olódùmarè, necesitan de Èÿù para llevar a buen término todas sus decisiones. La tradición muestra que es indispensable para todas las divinidades, ya que es el intermediario entre el Cielo y la Tierra. Por esta razón, cada deidad, y cada Odù, tiene un Èÿù que lo acompaña. Él es el único encargado y autorizado para llevar los sacrificios a los pies del propio Olódùmarè. También es el guardián de las puertas del Palacio de Olódùmarè.
Èÿù: el compañero de Õrúnmìlà.
Olódùmarè, en el proceso de administrar justicia, emplea tanto el bien como el mal. Èÿù no hace el mal, puesto que no le nace, sino que es el portador de la voluntad de Olódùmarè. Puede favorecer o desfavorecer a la persona, dependiendo de la probidad moral de cada individuo. Su función es la de guardar que se cumpla lo ordenado por Olódùmarè y, consecuentemente, lo aconsejado por Õrúnmìlà y la correcta ejecución de los sacrificios prescritos por él. Por esta razón esta deidad no es caprichosa, sino que somos nosotros los que por no saber si hemos transgredido una ley, le acusamos de esto. El hecho de que todas las divinidades posean algún elemento de maldad no las hace diabólicas.
Los sacerdotes de Ifá creen que, por medio del sacrificio, tienen la solución al problema del Mal. Èÿù, como artífice de la buena suerte, si es propiciado, asegurará los buenos deseos del consultante; o formará problemas, en caso contrario, porque él es, también, el artífice de mala suerte. Él se toma muy en serio el incumplimiento de los sacrificios prescritos, y sólo favorece a aquéllos que los realizan. El proverbio Yorùbá «Èni ó rúbo ni Èÿùú gbè» (los favores de Èÿù sólo son para aquéllos que han realizado los sacrificios prescritos).
Y una vez realizados, los librará de los ataques de los AjÒgún. Cuando Õrúnmìlà desea realizar cualquier fenómeno maravilloso o mágico dependerá siempre de Èÿù. Esto es así porque es el dueño del Àse (el encantamiento del poder) que él emplea para lograr todo. Pese a todo, Èÿù podría atacar al propio Õrúnmìlà, o a cualquier otra deidad, cuando se le contraría. Pero, por regla general, atacará a los AjÒgún en nombre de cualquier divinidad, o del propio ser humano, si el interesado realiza el sacrificio oportuno.
Èÿù odara (el mago), Elegbara, o Elegba, (grande entre los poderosos), Èÿù Laalu Omokunrin Ode (el noble hombre que habita en los cruces de caminos), nada tienen que ver con el Satán de la Biblia cristiana, con el que se le ha comparado. La confusión provino de la mala traducción del término Satanás, o Diablo, del Yorùbá en el vocablo Èÿù, en lugar del término más apropiado Àwôn Àyé (Poder del mal), Àwôn Iyá Amí (Señoras de los ritos nocturnos), ÀjÒgún Orùn (Caballeros armados del Cielo), Ikú (la muerte), Àrun (enfermedad), Ofó (la pérdida), Èÿe (la destrucción) y Èjo (la justicia), según sea el caso.
Algunos ese Ifá que nos dan pistas sobre los diferentes aspectos de Èÿù. El Odùn Oyeku- B’Eka nos dice (Abosede, 1978:177):
Aderomokun, awo Ode-Ijesa, Adbori, awo Ode-Egba
Ko-ko ‘fa-ko-ko-gbo’yere-o-nba-won-pin’ru-iogboogba Orun nii ti-iwa
Ti a i pe Èÿú odara.
Itan Ifá nan:
‘Oyeku pelu Eka (ika) awon mejeeji nan li o jijo s’awo owa ti o fi aarun lu opo ile re...
Oyeku, señor de la ciudad de Ijesa, Fue apodado ‘Ganador del collar real’; Eka, señor de la ciudad de Egba,
Fue apodado ‘Adivinador de la prosperidad’.
Historia:
Estos dos adivinos siempre depositaban su confianza en Èÿù, el mago que habita en el Cielo, que ni es en sí mismo un adivino ni un devoto de Ifá, pero disfruta del reparto igualitario de los sacrificios.
Oyeku y Eka (Ika) fueron dos adivinos que consultaron al Rey de Ilesa (Owa) por el futuro de su linaje. Los sacerdotes, no sólo no acertaron en identificar el problema del Rey, sino que, encima, prescribieron el sacrificio equivocado. Así que el Rey los mandó ejecutar delante del santuario de Èÿù, en un cruce de caminos. Sorprendidos, vieron a Èÿù que descendía sobre el cruce de caminos, y que les frotaba los ojos y la coronilla con hierbas especiales mágicas, al tiempo que recitaba el conjuro:
¡Levántense, resuciten! Álcense los dos.
Por el poder de estas hierbas
Les conjuro a ustedes, ¡levántense inmediatamente!
Inmediatamente, los adivinos muertos se alzaron y fueron guiados por Èÿù ante la presencia del Rey. Esta vez los adivinos vaticinaron correctamente su problema, y predijeron que su linaje prosperaría y florecería con tal de que realizaran con rapidez el sacrificio prescrito –so pena de que moriría antes de la caída de noche. Naturalmente, el rey cumplió y, de sus ganancias, los adivinos entregaron una parte proporcional a Èÿù.
Èÿù exclamó asombrado:
¿Es así cómo los adivinos sufren en la tierra por su profesión? De ahora en adelante, aunque viva en el Cielo, siempre tendré mucho cuidado en asegurar el bienestar de ellos en la tierra. A cambio, lo primero que deberán hacer es poner a un lado la parte que me pertenece de cada ofrenda recibida de sus clientes.
Canción:
Los adivinos cantaron con júbilo:
Lo aclamo a usted, una forma en lo alto Lo aclamo a usted, receptor del sacrificio
Lo aclamo a usted, Èÿù, gran benefactor (Epega, 1985:118).
Moraleja: Dado el buen servicio prestado por Èÿù a los dos adivinos, en aquel tiempo, los sacerdotes de Ifá continúan, aún hoy, mostrando su gratitud de la misma manera en cada uno de los sacrificios. El verso racionaliza el importante rol de Èÿù en el sacrificio y su patrocinio por los adivinos de Ifá. El verso explícitamente manifiesta que Èÿù no es un adivino, o un maestro de la adivinación de Ifá, como algunos escritores aseguran (Lucas, 1948)7.
Èÿù es el primero en ser propiciado antes de que el sacrificio le sea ofrecido a la divinidad pertinente. Este rito confirma la leyenda descrita en el poema anterior.
En el siguiente ese Ifá se cuenta como, en cierta ocasión, Èÿù se asoció con la Muerte y la Enfermedad, en contra de Õrúnmìlà.
Los tres de ellos visitaron Õrúnmìlà en un momento cuando él no tenía nada en casa y él no tenía el dinero con que para entretener a los visitantes. Õrúnmìlà, sabiendo totalmente bien que los visitantes eran y lo que podría pasar a él si él no los entretuviera bien, tenía que enviarle a su esposa ir y vender algunas de sus cosas en el mercado y así obtener el dinero para comprar comida y bebidas con que para entretener a sus visitantes terribles.
Õdá-owó, awoo Kóro; Ààbò, obinriin rê,
Ômôô wôn Òkè Ìjerò. Bí õdá owó ti ńdá mi, Bëê ni ààbò mi ¹bò mi. A díá fún Õrúnmìlà Níjö ti olojò mëta
Ó wõ s’ìlée baba;
Ifá ò sì ní í ní oókan À a yô ö ná.
Ni Õrúnmìlá bá pe Ààbò, obìnrin rê,
Pé kí ó kó àwôn nýkan ìní òun lô s’öja lô tà. Nígbà ti Ààbò dé ôjà Ejìgbòmçkùn,
Ìrökë Õrúnmìlà ti ó rà ní egbèje, Wön ÿe é ni ogóje.
Ìrùkêç rê çgbêfà, Wön ÿe é ni ôgöfà.
Ìbòrí Ifáa çgbêrìndínlógún, Wön ÿe é ní õkanlélógún.
Ni Ààbò bá mëkun,
Ó fi dígbe.
Ó fi ìyêrê ÿ’ohùn aró.
Ó ní àwôn ôjà náà ò pójúowó.
Ni Õrúnmìlà bá fi ìyêrê dá a lóhùn Pé ki ó lô ta àwôn ôjà náà bëêbëê.
Ni Ààbó bá ta àwôn ôjà náà ní ìtàkutà. Ló bá m’ówó ra ońjç wálé.
Àwôn oljò mêta náà-Ikú, Àrùn àti Èÿù-jç, Wön sì yó (Abimbola, 1976).
Õdá-owó8, sacerdote de Ifá de Kóro;
Ààbò10, su esposa,
Y su hija, de la ciudad de Ìjèrò11.
Así como me falta el dinero,
Yo también tengo seguridad.
La adivinación de Ifá se realizó para Õrúnmìlà, En el día en que tres hombres extraños
Se alojaron en la casa del padre. E Ifá no tenía ni siquiera un cauri Que él pudiera gastar.
Õrúnmìlà llamó a Ààbò, su esposa,
Para que tomara todas sus cosas y las vendiera en el mercado. Cuando Ààbò llegó al mercado de Ejìgbòmçkùn12,
El ìròke de Õrúnmìlà, qué él había comprado por setecientos cauris, Se valoró en ciento cuarenta cauris.
Su látigo ceremonial de cola de caballo que él compró para seiscientos cauris, Se valoró en ciento veinte cauris.
El ornamentado de tela que cubrí sus instrumentos de adivinación de Ifá, que él compro a seiscientos cauris,
Se valoró en veintiún cauris.
Ààbò cantó,
En lugar de llorar alto.
Recitó poemas de Ifá, en lugar de proferir un gemido lamentoso.
Ella dijo que los materiales se valorizaron muy por debajo de sus precios de costo.
Õrúnmìlà también contestó recitando los poemas de Ifá. Y le dijo que fuera a vender los materiales.
Ààbò vendió los materiales entonces con muchas pérdidas, Y tomó el dinero para comprar comida para la casa.
Los tres extraños visitantes –la Muerte, la Enfermedad y Èÿù– comieron, Y ellos se quedaron satisfechos.
En la siguiente historia (Agboola, 1989:176) de Oturunpon-Meji se resalta el papel de
Èÿù como el que cambia la mala fortuna por buena:
Cierta vez, a Õrúnmìlà le acosaba siempre la mala fortuna, así que consultó a Ifá y preguntó:
¿Cambiará mi fortuna a mejor?, ¿seré favorecido con dinero para que me ayude a mejorar mi situación?, ¿soportaré las prebendas de la vida?
El Oráculo aconsejó a Õrúnmìlà que fuese ante Èÿù y le ofreciera en sacrificio una paloma, un gallo, un macho cabrío y una botella de aceite de palma. Presentará las ofrendas a Èÿù y, posteriormente, será Èÿù el que le abrirá el camino a la prosperidad. Õrúnmìlà accedió y dijo a Èÿù:
Èÿù, me aconsejaron que buscase su gracia porque la prosperidad hasta ahora me ha eludido.
Quiero un cambio de fortuna.
Ese mismo día, Èÿù le contestó a Õrúnmìlà:
Puedes irte. De ahora en adelante todo será bueno para ti.
Así fue como Èÿù abrió el camino de la prosperidad a Õrúnmìlà. Dondequiera que Õrúnmìlà fuese, Èÿù andaría detrás de él y todo iría bien. Al regresar, Õrúnmìlà cantó alabanzas en su honor:
Èÿù, a dondequiera que yo vaya le recordaré.
Desde ese momento, Õrúnmìlà dejó una parte de todo lo que ofreciera para que comiese Èÿù.
En casas de Babalawos es frecuente encontrar una imagen de esta deidad ante la que se pone la primera porción de cualquier sacrificio que sea ofrecido, antes incluso que a la propia deidad principal a la que se le está haciendo el sacrificio. Aquí, Èÿù se retrata como un protector, y no como un mentor de la adivinación de Ifá.
En esta historia de Okaran-Meji, Èÿù es retratado como un cliente que sufre las desagradables consecuencias de haber descuidado un sacrificio –una pena que él mismo impone a los incumplidores:
Un cliente llamado Laalu consultó el oráculo de Ifá, y preguntó que, «cómo su nombre era conocido en todas partes, ¿le auguraría eso una muerte prematura?, o, por el contrario, ¿viviría muchos años?».
Era una buena pregunta, ya que Laalu se había vuelto un terco, molesto, con un carácter difícil, del que pocos tenían algo bueno que decir.
A Laalu se le dijo que ofreciese como sacrificio un gran macho cabrío, seis bolsas de cowries y ciertas hierbas mágicas. Si el sacrificio se realiza de la manera que prescribió Ifá, se le aseguró a Laalu, que la muerte no le vendría prematuramente. Además, a Laalu se le recomendó que hiciese otro sacrificio para conservar su salud buena, a fin de que sus esfuerzos por salvarse no fracasen.
Laalu se tomó el asunto a la ligera: «Él no estaba preocupado por salvarse de nada», dijo,
«todo lo que quería era vivir una larga vida». Así que ofreció sacrificios para tener longevidad y no para salvarse.
Laalu vivió bastante. Aún después de la guerra, Laalu fue el único superviviente. Vivió muchos años pero la mayor riqueza que adquirió fue el poco ahorro que pudo lograr, porque el derroche y las malas mujeres malgastaron todos sus recursos. Fue entonces cuando Laalu recordó la advertencia dictada por Ifá.
Si Okonran cae a la derecha Y Okonron cae a la izquierda
La configuración resultante presagia adversidad. Así declaró el Oráculo de Ifá para Laalu,
El señor de la ciudad que reside en el cruce de caminos.
Laalu es otro nombre para Èÿù, y el refrán que se expandió fue: «Èÿù desea riquezas pero está frustrado por aquellos que saquean su santuario».
Se dice que Èÿù se ha asoció con Õrúnmìlà cuando la Muerte lo persiguió por haber seducido a su esposa.
Ó ÿe fírí kôjánà.
A díá fún Õrúnmìlà
Ifá ńlô lčé gb’Ňjňýtarìgì,
Obìnrin Ikú.
Òjòýtarìgì nìkan ni obìnrin Ikú, Õrúnmìlà sì fëë gbà á löwö Ikú. Wön ní kí Õrúnmìlà ó rúbô.
Ó sì rú u.
Ìgbà ti ó rúbô tán,
Ló bá gba Òjòýtarìgì löwö Ikú. Ni Ikú bá mú kùmõô rê.
Ó kôrí s’ílé Õrúnmìlá Ó sì bá Èÿù lójúde.
Èÿú ní: ‘Ýlë o,
Ikú, Õjêpë aláÿô osùn’.
Ìgbà ti wön kíraa wôn tán, Èÿú ní: ‘Níbo lò þlôó?’,
Ikú ní òun þlô ilé Õrúnmìlà ni. Èÿú ní: ‘Kín ló de?’.
Ikú ní ó gba òun lóbìnrin ni, Lónï ni òun ó sì pa á.
Ni Èÿú bá ní kí ó jókº. Ìbà ti ó jókº tán,
Ni Èÿú bá fún un ní jíjç àti mímu. Ìgbà ti Ikú jçun ti ó yó tán,
Ó dìde,
Ó mú kùmõô rê, Ó þlô.
Èÿù ní: ‘Níbo ló dà?’.
Ikú ní òun þlô ilé Õrúnmìlà ni.
Èÿù ní: ‘À maa jçun çni tán, k’á tún pa ni? O ò mõ pé ońjç Õrúnmìlà lo jç yìí?’.
Ìgbà ti Ikú ò mô ohun ti yóó ÿe mõ,
Ó ní: ‘Sô fún Õrúnmìlà kí ó máa mú obinrin náà’. Ijó ni Õrúnmìlà ńjó,
Ayõ ní a ńyõ.
Ó ní ó ÿe firí kôjáná. A díá fún Õrúnmìlà,
Ifá ńlô lčé gb’Ňjňýtarìgì, Òbìnrin Ikú.
Õràn t’ë ç rö kêkê sí, Alë àná ni mo fi s’ötí, Ni mo fi mu.
Gbçrçfu.
A f’õràn yìí mu tábà. Àwá f’õràn yìí mu tábà, A ò kú mö.
Gbçrçfu.
A f’õràn yìí mu tábà (Abimbola, 1976:57-58).
continua tomo III
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